El 17 de diciembre del año pasado, el crítico literario Terry Eagleton, publicó en el periódico The Guardian, un artículo titulado “La muerte de las Universidades”. En él, expone una interpretación sobre el movimiento de protesta en contra del encarecimiento de las colegiaturas en la educación superior en Gran Bretaña.

Su tesis es que existe un problema de fondo: el intento, por parte del capitalismo avanzado de transformar a las Universidades en “instalaciones de entrenamiento técnico o en institutos de investigación corporativos” eliminando los estudios humanísticos.

Eagleton dice que la desaparición de las humanidades en la Universidad es absurdo ya que sería como si desapareciera el alcohol en los pubs o la egolatría en Hollywood. En otras palabras, que las Universidades son la esencia de la Universidad:

“Las humanidades deberían constituir el corazón de cualquiera universidad digna de ese nombre. El estudio de la historia y la filosofía, acompañados de algún conocimiento de arte y literatura, deberían ser tanto para los abogados e ingenieros como para los que estudian en las Facultades de Artes”.

Eagleton expone otras cuestiones interesantes más en el artículo pero lo anterior nos permite confrontar con lo que están realizando los discípulos más avanzados del capitalismo actual en el subdesarrollo: la Secretaría de Educación Pública del gobierno mexicano.

En efecto, como se sabe, en 2008, el actual gobierno panista puso en marcha, mediante la publicación de acuerdos secretariales en el Diario Oficial de la Federación, una reforma educativa de la educación media superior de gran trascendencia porque atañe a millones de estudiantes. Lo extraño es que esta reforma (RIEMS) no haya suscitado una amplia discusión pública o que la Cámara de Diputados, a través de su comisión de educación, no haya tomado cartas en el asunto.

La RIEMS ha implicado la creación de un “Sistema Nacional del Bachillerato” que impondrá un orden. Este orden se definió en los acuerdos, por medio de la definición de un plan de estudios que comprende las áreas de matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales y comunicación. En otras palabras, desapareció la tradicional área de humanidades y las disciplinas filosóficas fueron enviadas, mediante dos líneas, a cumplir una función que llaman “transversal”.

Sobre este asunto de la “transversalidad” ya sabemos lo que ha ocurrido en otras partes: simplemente la desaparición de las disciplinas filosóficas. ¿Cuáles fueron las razones que las autoridades se adujeron para realizar esa desaparición? No la encontramos en ninguna parte. ¿A qué instancia académica o asociación filosófica consultaron? A ninguna.

Se trata de una decisión hecha por un grupo tecno-burocrático a partir de una misión, para ellos, fundamental: adiestrar a millones de estudiantes para que cumplan, en forma competente, en la medida de lo posible, una función subordinada en el sistema productivo o mercantil.

Esta no es una idea original sino que sigue las indicaciones de la OCDE, a la que México pertenece desde hace algunos años y en cuyos índices de educación ocupa el último lugar después de Turquía.

El procedimiento es, justamente volver a la institución educativa una “instalación de entrenamiento técnico” y egresar del bachillerato a individuos sin conciencia o conocimiento del mundo en que viven; considerando que la ética es un asunto religioso; el arte y la literatura, disciplinas inútiles; la filosofía como un saber inútil y la lógica, una disciplina innecesaria.

En 2009, la comunidad filosófica, cultural y científica protestó en forma unificada y contundente y el gobierno se vio obligado a iniciar una serie de conversaciones con el Observatorio Filosófico de México que es la organización que representa a las principales asociaciones de filosofía del país y estas concluyeron en la formulación del Acuerdo 488 publicado en el Diario Oficial de la Federación, con la firma del titular de la SEP, Maestro Alonso Lujambio y con declaraciones por parte de las autoridades en el sentido de que “de ninguna manera estaban en contra de la filosofía y las humanidades sino todo lo contrario” lo que recuerda una famosa frase del ex presidente Luis Echeverría quien se hizo famoso por la frase de que no estaba ni con unos ni con otros sino todo lo contrario.

La comunidad filosófica respiró porque creía que se habían salvado las materias filosóficas y que se había logrado que prevaleciera la razón. Sin embargo, a principios de enero de 2010, las autoridades convocaron al OFM y les expresaron, palabras más o palabras menos pero que están grabadas, que no podrían cumplir el Acuerdo y que no podrían tampoco proseguir las reformas que se requieren para preservar una educación de calidad, esto es: el restablecimiento del área de las humanidades; el establecimiento de criterios de selección de profesores porque ahora cualquier persona puede impartir clases de filosofía (con la excepción de la UNAM, institución que no sólo se ha deslindado de la RIEMS sino que ha apoyado con fuerza la lucha de la comunidad filosófica) y la realización de cursos de actualización de profesores.

La sorpresa y el desaliento fue mayúsculo: la comunidad filosófica había sido engañada y burlada. El actual responsable de la educación oficial en México, cuyos antecedentes fueron Justo Sierra; José Vasconcelos, José Torres Bodet, Agustín Yañez y otros, no cumple los acuerdos que firma y publica en el Diario Oficial de la Federación.

A fines de 2010, en el marco del XVI Congreso Interamericano de filosofía celebrado en Mazatlán, Sinaloa, los asistentes firmaron una carta dirigida al Presidente Felipe Calderón y al Secretario de Educación Pública, exigiéndole que cumpla con el Acuerdo 488, sin embargo, las dos autoridades han puesto oídos sordos a la petición que contiene las firmas, entre otros, del Dr. William McBryde, Presidente de la FISP; la actual Presidenta de la Sociedad Interamericana de Filosofía, Dra. Paulette Dieterlen; el Observatorio Filosófico de México y una serie de asociaciones entre las que se encuentran la “Red Nacional de Escuelas de Filosofía, Letras, Historia y Humanidades” y la “Asociación de historiadores en ciencias y humanidades”.

Hasta ahora, no ha habido ninguna respuesta. Ello quiere decir que se requiere más presión nacional e internacional ante este hecho que de ninguna manera es local sino que atañe al lugar que el neoliberalismo quiere dar a las humanidades y a la filosofía y finalmente al pensamiento crítico y reflexivo.